martes, 16 de enero de 2024

 

Darío de Regoyos en Rentería

“Errante y vagabundo serás en la tierra”    Esta fue la condena que lanzó Dios sobre Caín tras haber matado a su hermano Abel. Parece que una maldición similar debió de recaer sobre Darío de Regoyos, ya que a lo largo de su vida realizó incontables viajes buscando incansablemente la inspiración para sus obras, como si hubiese sido víctima de la cólera divina.  Quiso la casualidad (o no) que Darío de Regoyos conociese y se enamorase de Rentería, seguramente impresionado por la fuerza de su naturaleza, fijando su residencia durante dos periodos diferentes en nuestra villa.  El 1 de mayo de 1898 la familia se traslada al N.º 15 de la calle Carretera General (actualmente Biteri) y allí nace su segundo hijo, Luis María Fernando. En marzo del año siguiente, a su regreso de Barcelona, vuelve a instalarse en la localidad permaneciendo en ella hasta el mes de junio. El fruto de estas estancias fueron una serie de cuadros dedicados a temas locales, siendo el más importante y conocido de ellos “El baño en Rentería” actualmente expuesto en el Museo de Bellas artes de Bilbao. 


 

Darío de Regoyos y Valdés nació el 1 de noviembre de 1857 en Ribadesella (Asturias). Por razones del trabajo de su padre, arquitecto de profesión, toda la familia se trasladó a vivir a Madrid cuando Regoyos tenía catorce años. En 1876 fallece su padre, que no veía con buenos ojos las inclinaciones artísticas de su hijo, y es entonces cuando el futuro pintor ingresa en la Escuela de San Fernando, donde tiene como profesor al belga Carlos Haes, especialista en paisajes. Posiblemente su afición a los paisajes y a pintar en el exterior se deba a la influencia de este profesor. En 1880 realizó un viaje que le llevó a Francia, Bélgica, Holanda, Alemania e Italia. En 1882 expone sus cuadros en Paris formando ya parte del grupo “L`Esson” junto con artistas de la talla de Theo Van Rysselberghe, Octavio Maus y Constantin Meunier.  Regoyos se integra en el grupo de neoimpresionistas “Círculo de los XX”, desgajado del anterior. En1894, de nuevo en París, estrecha su amistad con artistas como Monet, Degas y Rodin, y con los escritores Daudet, Mallarmé y Edmond Goncourt.

Darío de Regoyos odiaba los soles excesivos ya que; “no pretendía, como tal o cual levantino, ofuscar la retina” del observador. Prefería pintar amaneceres y atardeceres, nieblas y brumas, explorando la riqueza de los matices y tonalidades de los colores suaves. Los paisajes del País Vasco eran ideales para inspirar su visión de la naturaleza y el paisaje. Buscaba la riqueza de matices diferentes aportados por la luz en cada momento del día en cada estación del año, por ello en muchas ocasiones repetía el mismo motivo en sus cuadros, como en el caso de la iglesia de Lezo a la que pintó hasta en cuatro ocasiones diferentes, siempre desde el mismo ángulo, variando únicamente el momento (amanecer, atardecer, etc.) y reflejando las sutiles diferencias de matices y colores. Nuestro pintor es el primero y quizá más importante de los pintores expresionistas de la España de fin del siglo XIX, habida cuenta de que había aprendido en Paris y Bélgica la técnica expresionista de los más importantes maestros europeos de la época.

El impresionismo es el movimiento artístico más popular de todos los tiempos. Quizá sea debido a sus pinceladas rápidas, su estilo ligero y sus colores vibrantes. El término “impresionista” comenzó siendo un insulto ya que definía un estilo en el que los cuadros parecían inacabados, y del que muchos críticos de arte pensaban que sus autores eran demasiado perezosos para refinar sus pinceladas.

Todo empezó cuando Claude Monet (1840-1926) comenzó a interesarse por los colores en vez de centrarse en los objetos. Los cuadros de los maestros impresionistas están formados por puntos, pequeños trazos y vírgulas de colores puros y complementarios que, contemplados a cierta distancia por el espectador, se mezclan en su retina dando un aspecto más vivo a los motivos representados. Hasta entonces los pintores clásicos mezclaban los colores en sus paletas hasta conseguir el matiz deseado y luego lo aplicaban sobre el lienzo, en el que previamente habían dibujado los contornos de las imagenes.  Es como si cogiesen un cuaderno de figuras predibujadas como los que usan los niños para colorear, y sobre ellas aplicasen los colores. Los impresionistas no “dibujaban” imágenes ni mezclaban colores en sus paletas. Aplicaban directamente la pintura sobre el lienzo intercalando pinceladas de puntos y trazos con los colores básicos necesarios para componer el tono deseado; la retina del observador era la encargada de realizar la mezcla.

                                             Paisaje de Rentería. Óleo sobre lienzo. 1898. Colección particular. Fuente: Darío Regoyos: catálogo razonado.


                                           Peñas de Aia.Óleo sobre lienzo. 1898. Colección particular.Fuente: Darío Regoyos; catálogo razonado

 Como muchos impresionistas, Regoyos era un “plenairista”, un pintor que realizaba sus obras “au plein air.  Aunque le gustaba trabajar al aire libre, no le sentaba bien el frio. En noviembre de 1905 escribe a su amigo, el artista bilbaíno Manuel Losada, diciéndole que “he decidido irme a pintar naranjos a la provincia de Castellón. No es por los naranjos sino por no olvidar el aire libre y trabajar con menos frio”

Nos cuenta Cobreros que, durante sus estancias en Rentería, Regoyos cogía a diario sus “trastos” y se acercaba a la zona de Fandería. Todos pensaban que iba a pescar en el río y que aquellos bártulos que llevaba consigo eran cañas y aparejos. Con el tiempo supieron que lo que hacía era pintar. Lo descubrieron al ver el cuadro “El baño en Rentería”; en el que se reconocieron retratados bañándose en la zona de Estitxu.

Los pintores expresionistas no tenían muy buena fama ni eran reconocidos por los críticos de arte de la época, y menos aún en España.  En las exposiciones sus cuadros eran relegados a las peores ubicaciones, a las peyorativamente denominadas “salas del crimen”. En España y el País Vasco la obra de Regoyos fue muy discutida y frecuentemente rechazada por la crítica conservadora. Incluso tuvo que encajar un duro ataque de D. Antonio Cánovas que, metido a crítico de arte, afirma: “la pintura de Regoyos ni siquiera es pintura”

Darío de Regoyos era una persona de carácter afable, de buen humor y siempre dispuesto a coger la guitarra y tocar para sus amigos. Nos lo confirma D. José de Orueta, amigo del pintor en aquellos años y propietario de una fundición en Rentería: “Darío de Regoyos, el angelical y delicioso pintor…. nos daba una sesión de canto y guitarra, acompañándose unas “murcianas” que aún recuerdo y que cantadas por él eran una preciosidad”

Aunque asturiano de nacimiento, Regoyos vivió durante muchos años en estas tierras (Irún, San Sebastián, Rentería, etc.); fue un enamorado del País Vasco y de sus pueblos que recorrió incansablemente y cuyos paisajes retrató en muchos de sus cuadros. Los que aquí se muestran, desconocidos para muchos errenderitarras, son prueba de ello; un regalo para nuestros ojos y un testimonio de gran valor sobre la villa a finales del siglo XIX. 

Investigar la obra de Regoyos es una labor muy compleja y a la vez muy interesante. Compleja porque la información que aportan las fuentes disponibles es inexacta y/o contradictoria y hay que perseverar mucho para llegar a descubrir la verdad. Es interesante porque, según se va avanzando en la investigación, se van desvelando nuevas historias y aspectos desconocidos del personaje y de la historia de nuestro entorno. Hay mucho más que decir sobre Darío de Regoyos y sus numerosos trabajos en Oarsoaldea; esto es solo un pequeño esbozo de su paso por nuestra villa.